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martes, 10 de enero de 2017

Asomada a la ventana

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Se acercó a la ventana. La lluvia rompía en los cristales en ese momento, pero Sara estaba mucho más allá, en ese mucho más allá ilocalizable adonde ponen proa los ojos de todas las mujeres cuando miran por una ventana y la convierten en punto de embarque, en andén, en alfombra mágica desde donde se hacen invisibles para fugarse. Nadie puede enjaular los ojos de una mujer que se acerca a una ventana, ni prohibirles que surquen el mundo hasta confines ignotos, pensaba Martín mientras estudiaba su rostro como si fuera la primera vez. O como la última.